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martes, 1 de octubre de 2013

Recordando viejos momentos.


Recordando viejos momentos.


Me sumerjo en mis pensamientos mecido por el suave sonido de las pequeñas olas del río Spree. Disparos que se escuchaban por aquí y por allá, ecos sordos de lo que algún día será historia.
Reúno a mis camaradas y recordamos a nuestro querido capitán, recordamos que su cuerpo de atleta estaba entre las ruinas de una ciudad malvada, recordamos la generosidad de éste pequeño amigo a la que vimos por primera vez en Minsk y recordamos en donde estaba su espíritu y su corazón... Alentando a cada uno de nosotros a seguir y luchar por nuestras vidas en esta matanza que ya apenas carecía de sentido alguno.

Después de esta pequeña gesta de honor seguimos descansando un poco más; unos bailaban alrededor del cálido fuego, otros fumaban cigarrillos; los últimos que quedaban.
Yo me hallaba en un árbol carcomido, inerte, sin alma. Saco un papel sucio lleno de tierra de la mochila, pienso unos minutos, lágrimas caían sobre mi rostro pero no se veían por que no lloraba yo, si no mis sentimientos desordenados al pensar lo que iba a escribir.

El lápiz estaba mojado y el papel también a si que lo puse en el fuego durante unos cuantos minutos hasta que puede ver que cogía un color amarillento pálido; era el momento de sacarlo y empezar a escribir con el lápiz que me preocupé también de secarlo poniéndolo junto al fuego... Todos me miraban y yo miraba a mi interior; nadie dijo nada, la balalaika animada no tocaba canciones de prados verdes ni de trabajadores felices yendo a sus trabajos maravillosos si no que tocaba un conjunto desordenados de notas tristes en donde el alma tocaba a penas sin quererlo. Sabía que lo que acababa de hacer, lo del papel nos lo enseñó nuestro capitán en Varsovia cuando los papeles que escribíamos se humedecían por el hielo y la nieve que allí reinaban.

"Truquitos de un hombre siberiano" decía con sorna y alegría al ver los intentos que hacíamos con el papel y como siempre se nos quemaba parte del mismo. Enloquecíamos, ya que no nos mandaban más papel hasta el próximo mes a si que nuestras madres, se tenían que conformar con 10 o 15 líneas escritas ya que la otra parte era inutilizable en su completa totalidad. Parecíamos niños de esos que salen de una wkona o escuela como dicen los occidentales, jugando, correteando sin preocupaciones de ningún tipo libres como un lobo en los Urales.


Nadie dijo palabra y yo me aparte a mi rincón del árbol donde empecé a escribir con el sonido de las metralletas, el cracateo del fuego de un coche que teníamos a penas a 500m y del suave mecer de las pequeñas olas del turbio rió que daban sobre el cemento desgastado y viejo donde nos asentábamos yo y mis compañeros.

Comienzo a escribir:

             Querida Madre:


Me hallo en el frente Berlinés y no tengo ni idea de cuanto tiempo
estaré aquí. Ayer, nuestro capitán murió salvándome a mí en un
edificio que estaba a punto de caerse y derribar la vida humana
a todo el que se encontrara dentro. Oh querida Madre sucedió todo
tan pronto que a penas pude reaccionar para salvarle la vida.
Madre, el era un hombre bueno y con un gran corazón
¿Por qué Madre?, ¿Por qué él y no yo?
No sé nada de vosotros pero me imagino que 
en el pueblo de Pudem se estará ya tranquilo.
Todavía puedo visualizar aquel lago frente a nuestra casa, ese
lago maravilloso que de pequeño me atraía y en donde vosotros
os enfadabais no sé si era por miedo o por que parecía
que estaba loco jugando en tan fina capa de hielo.

Milenka, no desesperes hermanita, pronto volveré 
a verte y me podrás abrazar tantas veces como desees.
Es una lástima que papá no esté con nosotros y mi lágrimas
se desesperan al saber que no lo está leyendo.
¿Te acuerdas mi pequeña? ¿Te acuerdas cuando tu decías
que querías el mejor vestido para impresionar a los chicos 
de Pudem? ¿Te acuerdas los bailes que hacíamos en el granero local
y la manera tan graciosa que tenías para que los chicos se 
fijaran en ti? Todavía me acuerdo, teníamos un trato yo, disimuladamente
tenía que poner una zancadilla y tú hacías como caías y los chicos te 
ayudaban y mientras tanto se metían conmigo por caerte y me 
echaban pero con una gran sonrisa por que sabías que tú eras
feliz. De todo eso me acuerdo y de más Milenka.
El vestido, el vestido lo tengo en mi mochila. Es precioso;
el mejor vestido de seda que he visto en mi vida digna de una
zarina como tú.
El papel se me acaba, las manos se me congelan y los disparos se
acercan cada vez más.
Dad recuerdos también a Shasha y decidla que el colgante
que ella me regaló todavía lo tengo aquí, al lado de mi pecho izquierdo.

Esta carta os llegará con muchísimos días de retraso pero quiero que 
sepáis que en cada latido, en cada pensamiento y en cada paso
que doy, no paro de pensar en vosotras dos mis pequeñas querubines.
Que Dios te bendiga Milenka (Mi pequeña).
        Que Dios te bendiga Oleshia. (Te quiero Mamá).
Te amo Shasha.

                                                             Berlín, 28 de Abril de 1945.


Con gran pena y pesar recordando cada una de las palabras que describían los hechos reales en ese pequeño pueblo que durante más de 19 años habité, me levanto; pensando en el día en el que iré a la región de Udmurtia y más a Pudem que es mi pueblo natal. Yo vivo en una casa frente al gran lago helado, no es muy grande pero tampoco es pequeña; recuerdo la reunión de vecinos que teníamos todos los domingos y como hacíamos merendolas y fiestas hasta bien entrada la noche al lado de la chimenea con la señora Masha que era la que preparaba los mejores bollos de toda Udmurtia. Tenía 98 años cuando murió y lo hizo en mi casa como no, cocinando una tarde de esos domingos; al día siguiente, hicieron una reseña de madera xerografiada en el centro de la ciudad y más tarde una tienda de bollería que dirigía una chica joven llamada Sasha a la que estaba y estoy locamente enamorado. Shasha es preciosa; su piel tenue, tersa y aclarada brilla a la luz de la luna llena y su cuerpo perfectamente estilizado y firme; parece sacado de los libros más fantasiosos venidos del lejano oriente que nos contaban de pequeño. Siempre la he relacionado con un cuento llamada "Tashmin, la perla única". Recuerdo que era sobre un sultán que tiene un hijo déspota y feo y una hija preciosa a la que llamaron la perla única. Cuando su padre murió, delegó en ella todas sus funciones pero el hermano; carcomido por la envidia de tan espléndida belleza le quitó del trono y en su lugar se puso el como legítimo soberano teniendo un plan para matar a la chica por la noche en su habitación; un soldado, que oyó el plan corrió a decirle que corría gran peligro y que debía esconderse en la gran ciudad. Cuando el plan del hermano fracasó, se enteró de por culpa de ese soldado su plan malévolo había fracasado y encontró a la pareja los encarceló y los ajustició en la hoguera. El cuento decía que las gentes abucheaban a la pareja y que cuando prendieron fuego la pareja se dio un último beso de amor y acto seguido el cuerpo de la muchacha se desintegró en pequeñas perlas de los colores más hermosos que el mundo había visto y que el soldado se transformó en diamantes tan brillantes a la luz del sol que los mercaderes de camellos que por allí pasaron corrieron al centro de la ciudad al ver tanta luminosidad junta, tan bella, tan exuberante, tan misteriosa... El gentío que allí se hallaba se agolpaban alegres y contentos intentando coger las perlas y los diamantes pero cuando eran alcanzados por una mano codiciosa las perlas y los diamantes se deshacían convirtiéndose en arena.
Se dice que sólo hay una perla y un diamante y que están enterrados juntos en el lugar de la ejecución. La hermana encontró un amor verdadero, un amor basado en la ternura, valentía y bondad, un amor infinito.
Recuerdo que ella me lo contó una noche de media luna, frente al lago. Recuerdo como brillaba su pálida piel y como sus ojos azabaches tenían una extraña luminosidad quizás por el reflejo del lago, quizás por el reflejo de la luna que nos espiaba pero sólo sé que esa noche, le dí el primer beso. También recuerdo que no nos volvimos a besar nunca más porque mis padres y los suyos nunca aprobaron nuestra relación, solamente; el día de mi partida, me dio en el andén de tren el colgante que llevo en el pecho. Fue todo muy rápido; pasó por allí llevaba las manos metidas en los bolsillos y cuando pasó a mi lado cayó a posta el colgante. Sabía que era para mí por la sencilla razón de que estábamos nada más que tres personas en ese andén. Ni siquiera me miró sólo pasó de largo y se fue por el camino que llevaba de la estación al pueblo andando. Adivinad que había en el colgante, sí; una perla sacada la noche anterior por ella misma del lago del pueblo.

Con las lágrimas a punto de saltar pronuncio la orden de desmontar el campamento y ubicarnos donde estábamos antes de saltar al río.

Todos mis camaradas estaban tristes... Supongo que cada uno tiene sus propios fantasmas del pasado y que cada uno lidia de una forma u otra con ellos a las espaldas... Para mí no son fantasmas si no vagos recuerdos que mi mente archiva en un rincón y que sólo se despiertan cuando mis sentimientos y mi alma lo necesitan.

Camino por una pequeña calle al frente de mi pequeño pelotón...todavía no puedo dejar de pensar en Madre, Milenka, Padre, Sasha y todos los que allí recuerdo y los que quiero. Cabeza alta, hacia la victoria; mascullé en voz baja.


   

miércoles, 31 de julio de 2013

El punto caliente.



Berlín 30 de Abril de 1945:



Descansamos durante más de dos horas en lo que era antes un bar de gentes que se reunían para tomar buenas cervezas y dialogar con sus compañeros para alegrar a la gente pero que ahora era un lugar frío. húmedo y sin vida.
Me desperté poco a poco recobrando el conocimiento y levantándome despacio, sin que me cayese ya que mi estado era de mareo y de confusión total.
Mis compañeros estaban callados, uno de ellos limpiaba el carrete de su arma PPSH3 con un trapo que había encontrado en la barra.
Otros estaban sentados de rodillas o tumbados de manera que pudieran hablar con sus compañeros sin cansarse demasiado y otros miraban hacia la calle en ruinas agujereada y destruida por completa.
El bar estaba adornado con madera xerografiada y con tallas de animales o de gente bebiendo alegremente cerveza. También con una bandera nazi rasgada en su totalidad por todo los lados y la foto de Hitler al lado.
Han estado los alemanes aquí antes que nosotros- Pensé en voz baja.
Vasily- Pregunté ¿Qué...qué es esto, se puede saber donde estamos?
Camarada Alexy, estamos en un bar donde antes era un pequeño puesto avanzado alemán, lo hemos tenido que desalojar a la fuerza- Contestó con firmeza.
¿Y los cuerpos?- volví a preguntar. -Están en el almacén, le sugiero que no vaya camarada, son niños de entre 15 y 17 años que han muerto por impacto de granadas. Lo que más no a costado no es retirar los cuerpos si no recoger las tripas y los miembros amputados de los jóvenes. Espetó con un poco de sorna en su respuesta.
Camaradas, ¿Cuál es la situación?
Los alemanes se han atrincherado en la calle norte. Esta calle está a nuestra disposición. Dijo el anciano sargento Fiodor Lawesky.
Bien, Capitán Pavlov diríjase junto con 3 hombres más al mostrador y levanten una barricada con mesas.
Las mesas, las dispusimos en forma de parapetos en el pequeño mostrador-cristalera y la barra, la trasladamos entre cuatro hasta la puerta principal ya que quedaba totalmente desprotegida.
¡Cuidado, bombardeo aliado! Gritó el Capitán Pavlov Goumon mientras las bombas secas y atronadoras sonaban a lo largo de toda la calle como pasos de un gran gigante.
Pavlov se entró rápidamente en nuestro pequeño escondite o peculiar refugio pero todo cambio cuando de repente una bomba cayó en los pisos de al lado destruyendo los frágiles cimientos que antes de los primeros bombardeos de 1943, rebosaban vida y felicidad y que ahora sólo era un estorbo para que nuestras fuerzas por fin conquistarán el edificio principal de Berlín y el más importante de los signos del fascismo.
Los cimientos cedieron tocando a los pisos de arriba de nuestra avanzadilla. Un ruido ensordecedor llegaba hasta nuestros oídos, unos oídos fuertes al sonido. En donde habían estado en Stalingrado, en Varsovia, Minsk y Paslow y que ahora se resentían por ese sonido chirriante y cortante.
Las paredes empezaron a fracturarse y a ha agrietarse cómo si fuera plastilina. El techo empezaba a desprender pequeños trozos de piedras a soltar astillas de madera y escombros a la par que se combaba cada vez más.
Mi pelotón poco a poco empezó a salir y yo buscaba entre esa destrucción inminente algún signo de vida a parte de mis camaradas que habían salido.
En ese momento apoyado a una viga y intentando ver entre la humarea vi a mi cabo Pavlov como se le caí la pared detrás suya.
¡Capitán Pavlov!- grité desesperadamente mientras los escombros le caían en toda su espalda y el techo le decía poco a poco lentamente aplastándole los pulmones.
Alexi, cuida de mi hermanita pequeña Anastasia y de mi perro Lucas, por favor- dijo con voz desentonada entrecortada, raspante para el alma y para el cuerpo.
Adiós Alexi, nos veremos en el infierno ¡Por la Madre Rusia compañero!
¡PAVLOV, NO, NO TE VAYAS PAVLOV, SOBREVIVE!
La cabeza desapareció bajo el muro de escombros y el techo que ya estaba a casi medio metro en esa esquina.
Lo último que vi fue su mano, ennegrecida por el polvo y el hierro del arma y con heridas por el accidente en el que estaba a punto de fallecer.
Me lo agarró con fuerza antes de que empezara a convulsionar y un hilillo de sangre corriera por los escombros antes de que se convirtiera en un regajo de la que antes fue Pavlov Goumon.
¡Camarada Alexi!- gritó el fusilero Petrovich Youlov natural de la estepa siberiana.
¡La estructura va a ceder, tenemos que marcharnos de aquí!- espetó mientras me agarró la mano que la tenia inerte sin vida, ausente por ese momento.
Me agarró en brazos y sorteó la columna del medio que estaba crujiendo y después de que el pasase junto a ella reventó desperdigando trozos de cemento y hormigón por todos lados del cruento bar.
La madera chirriaba o se caía a pedazos y yo en estado de shock mirando para atrás viendo como todo el edificio se caía como un castillo de naipes.
Las ventanas, reventaban. Los pilares se doblaban para que posteriormente reventasen como una bomba. Las paredes crujían y se caían hacia dentro y el techo se combaba para que posteriormente se rasjara en pequeños trozos mortales de escombros cayéndose se ya de paso todo lo que había encima.
Petrovich, viendo que yo pesaba demasiado y que íbamos muy lentos cogió por una ventana la rompió con la mano y me tiró desde ella. Posteriormente él, se agarró al marco de la ventana y saltó también desde ella,
Siguió decaído de fuerzas y arrastrándome, hasta la angosta acera de enfrente donde me esperaba mi pelotón.
El gran edificio de 10 plantas no soportaba al otro más alto de 12 y se cayeron como fichas de dominó formando una gran polvareda y otro ruido mas estridente que el anterior que habíamos escuchado.
No se veía nada a menos de 5m hasta pasado unos 4 minutos que nos levantamos y vimos como toda la inmensa avenida estaba desbastada con todos sus apartamentos destruidos y diseminados por todo el tramo.
Señores, dije yo. Estamos en el punto caliente de la ciudad. Estaos alertas por lo que pueda pasar.
En ese momento un sonido chirriante y viejo sonaba por la esquina de la calle que estaba a unos 500m.
Se vislumbraba el cañón de un tanque seguido luego por el grandiosos cuerpo de metal y hierro forjado.
El tanque se detuvo en la esquina y la torreta apuntó hacia nuestra posición.
Un sonido sordo y ahogado se escuchó seguido de un tumultoso silencio y precedido de una explosión levantando el acerado y dos farolas que estaban a escasamente 10m de donde nosotros nos reponíamos por el derrumbe de nuestra avanzadilla.
¡Es un tanque Tiger. Óiganme camaradas, todos a cubierto!
Derribamos la puerta de uno de los apartamentos de la otra cera que seguían intactos o por lo menos se sostenían en pie.
Otro cañonazo sordo y la pared de la puerta se calló cómo un delicado cristal fino.
Camarada Vasily, intente contactar con la séptima división de fusileros que esta a un kilómetro de la nuestra e indique nuestra situación.
Sí camarada Alexi, lo intentaré.
Parece que el tanque se ha ido, deberíamos quedarnos aquí y esperar a que pase alguna división de los nuestros, hemos avanzado demasiado- Dije yo, intentando ver, con disimulo por la ventana.
Efectivamente, el tanque se ha ido ¿Por qué habrá venido hasta aquí?- Pensé sin decir nada, solo mirando a esa esquina en donde podían estar aguardando medio ejército de las SS a que nosotros pasásemos y nos cazaran como a ciervos.
¿A podido contactar camarada?- Pregunté sin dejar de mirar a ese misteriosa esquina.
No camarada solamente se escuchan voces lejanas, hay muchas interferencias en este sector.
Je, ¿Y qué te crees? ¿Qué no es un experimento nazi para cortarnos las comunicaciones?- espetó el soldado raso Levinsky Astarich nacido en Viena pero de madre y padre rusos.
No creo, si hubieran cortados las comunicaciones no se oirían las voces de otras divisiones.- contestó Vasily.
Camaradas ¿No oleéis a quemado?- preguntó Ovlinovich Polatask, nacido precisamente en la ciudad de Polatask.
Eso me alarmó porque todos lo olíamos a si que fui a inspeccionar ya que podía ser una patrulla nazi que también estaba acampando, lo raro sería que no se percatara de nuestra presencia.
Como el humo entraba por una puerta adosada a otro bloque de pisos, intenté abrirla con la mano pero, al intentar abrirla me quemé la mano a si que sospechando y para mi sorpresa, di una patada a la puerta y me encontré que el apartamento de al lado estaba ardiendo y de que había un grupo de soldados con un lanzallamas al otro lado de las llamas riéndose, quemando un sótano de civiles que había en el apartamento anexo.
Un soldado se percató de mi existencia y antes de que pudiera coger mi PPSh-41 el lanzó una lengua de fuego ardiendo hacia donde yo estaba que era la puerta y yo, en un intento de salvación cerré la puerta, y me agache.
La puerta empezó a arder y con ello las paredes que eran de madera junto con las escaleras.
El fuego se propagó rápidamente y yo y mis camaradas empezamos a correr por dentro de los apartamentos dando patadas a las puertas para intentar salir de esa trampa de sangre y fuego.
La madera se caía a nuestro paso y yo que iba el último, el fuego me alcanzaba lentamente.
Estábamos por la esquina opuesta de la avenida pero por dentro de los apartamentos cruzándolos por las puertas de madera adosadas y cada vez no costaba mas por que unas estaban abiertas pero otras estaban cerradas y el sargento Kvolov tenía que abrirlas a patadas.
En esto que yendo por la esquina nos encontramos al tanque que al vernos cruzar por un gran ventana de cristal se paró en seco y empezó a dar cañonazos a nuestro paso y mientras tanto unos aganchándonos otros simplemente seguían corriendo porque ya les daban igual si eran alcanzados por las llamas o por el tanque.
El río Spree.-pensé en voz alta. Camaradas, suban por estas escaleras, síganme.-Grité con todas mis fuerzas. Ahora el primero de la fila de los 7 compañeros era yo.
Cogimos las escaleras rápidamente y sin mesura los 7 y después de un minuto a todo correr nos plantamos en lo alto de la terraza del edificio de 5 pisos.
Media Berlín se vislumbraba destruida a un radio de 5km aproximadamente.
Salten conmigo camaradas.- Volví a ordenar con voz ronca entrecortada y cansada.
Cogimos carrerilla y saltamos los 7 a la terraza del otro apartamento que equidistaban a unos 3 metros más o menos.
Abajo, se veía el cauce del río Spree con un torrente muy lento. El agua, tenía pinta de estar helada para ser un lunes 30 de Abril así que cogí los guantes que los tenía en mi bolsillo, me puse la media como los demás y dije: Os voy ha hablar como amigo y después como capitán...Primero, decir que estas batallas han fortalecido nuestra amistad cada vez más hasta tal punto de llegar a ser como hermanos en este pelotón y eso me enorgullece.
Y ahora les voy ha hablar como capitán:
Van a saltar a ese maldito río y espero que se acuerden de como nadar y quiero verles nadar cómo en la batalla del río Oder.
No obstante, si alguien no sabe, siempre tiene la opción de agarrarse a lo que haya en ese puñetero río y si no pueden, les doy permiso para rezar al dios que tengan más a mano.
Sin más preámbulos vamos a saltar ya.
En ese momento los apartamentos empezaron a explotar y derrumbarse como el papel o cómo un castillo de arena.
Señores, es el momento.
¡SALTEN! ¡POR NUESTRA PATRIA!
Gritamos hasta meternos en el río saltando desde una altura de 5 pisos.
Sentí como la temperatura del río era helada y mi cuerpo empezaba a pegar tiritones descontroladamente.
Empezamos a nadar durante 30 segundos hasta que vimos un apartadero de lo que sería antes un muelle y que ahora era una escalera descuidada.
Por aquí camaradas. Predecía que no había nadie así que este era un buen lugar para reorganizarnos tanto militarmente como mentalmente.
Empecé a contar. Sí, exacto, estamos los 7. Dije apurado y deseoso de calentarme.
Tienen dos horas de descanso señores. Hoy se lo han ganado.
Yury, traiga madera de ese árbol caído, coja algunas ramas. Haremos un fuego.